Una masacre.


Esto es lo que ocurre precisamente si hacemos caso y olvidamos: Que nuestra propia generación se traga las mentiras de la transición. Y a partir de ahí todo vale. Y a partir de ahí a ver quién les discute nada.

El 3 de Marzo de 1976, la Policía Armada asesina en Vitoria a 5 personas y deja a 150 más heridas de bala, los cuales se encontraban reunidos en asamblea en la Iglesia de San Francisco durante unas jornadas de huelga, con las que pretendían mejorar sus condiciones de trabajo.

Texto recogido de la grabación policial:

«Intento comunicar, pero nadie contesta. Deben estar en la iglesia peleándose como leones. ­¡J-3 para J-1! ¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de dos mil tiros. ­¿Cómo está por ahí el asunto? ­Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo. ­¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio! ­Dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. ­Aquí ha habido una masacre. Cambio. ­De acuerdo, de acuerdo. ­Pero de verdad una masacre».

Al parecer no es posible encontrar responsables individuales. Fraga se va... se queda, con las manos limpias (y bien sucias que las tiene). Las víctimas se quedan sin sus familiares. Pero se quedan con su dolor. Y con su memoria.

Por supuesto, nadie pide perdón.





LES PERSEGUIRÁN NUESTRAS MEMORIAS PARA SIEMPRE



I
Campanadas a muertos hacen un grito a la guerra de los tres hijos que han perdido las tres campanas negras.
Y el pueblo se refugia cuando se acerca el lamento, ya son tres penas más que tenemos que guardar en la memoria…
Campanadas a muertos por las tres bocas cerradas, ay de aquel trovador que olvide las tres notas!
Quién ha cortado el aliento de estos cuerpos tan jóvenes, que no tienen más tesoro que la razón de los que lloran.
Asesinos de razones, de vidas, que no podáis descansar en ninguno de vuestros días y que nuestras memorias os persigan hasta la muerte.
Campanadas a muertos hacen un grito a la guerra de los tres hijos que han perdido las tres campanas negras.
II
Abridme el vientre para su reposo, de mis jardines traed las mejores flores.
Cavadme hondo para estos hombres, y gravad su nombre en mi cuerpo.
Que ningun oráculo desvele el sueño de los que han muerto sin agachar la cabeza.
III
Tan sólo diecisiete años y tú tan viejo, celoso del brillo de sus ojos, has querido cerrar sus párpados, pero no lo conseguirás, que todos guardan esta luz y nuestros ojos serán relámpagos en tus noches.
Tan sólo diecisiete años y tú tan viejo, celoso de tan joven belleza, has querido romper todos sus miembros, pero no lo conseguirás, recordamos su cuerpo y aprenderemos cada noche a quererlo.
Tan sólo diecisiete años y tú tan viejo, impotente por el amor que tenía, le has dado la muerte como compañía, pero no lo conseguirás, que por lo que él quiso, nuestros cuerpos siempre estarán en primavera.
Sólo diecisiete años y tú tan viejo, celoso de tan joven belleza, has querido romper todos sus miembros, pero no lo conseguirás, recordamos su cuerpo y aprenderemos cada noche a quererlo.
IV
La miseria se convirtió en poeta y escribió en los campos en forma de trincheras, y los hombres fueron hacia ellas.
Cada uno se convirtió en palabra del victorioso poema.

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