La juventud ha muerto.




O al menos está en peligro de extinción, como el urogallo.

Estaba hablando con mi madre y ya está, me han entrado ganas de llorar.

Mi padre lleva años dentro del movimiento ecologista. Recuerdo perfectamente mi niñez en las asambleas, las reuniones en casa, las salidas a plantar árboles, las manifestaciones, las noches de riesgo... las discusiones, los términos, las charlas, todo. Lo recuerdo todo como si fuera ayer.

Sobre todo recuerdo su emoción, su fe en el cambio, en la lucha, en la gente. Recuerdo las risas y las fiestas en las que se encontraban todos los que luchaban por lo mismo: la protección del medio ambiente. Los conciertos de folk... y las hogueras, y el frío de la montaña, y los pies húmedos de tanto pisar charcos y regatos. Recuerdo las clases improvisadas para aprender a distinguir los robles de las hayas, las encinas y sus frutos. Recuerdo la emoción de cruzarte con un venado, con una liebre, y quedarte quieto, quieto, para que no se asuste y poder observalo un ratito más.

Todo, lo recuerdo TODO.

No puedo imaginar mi vida sin eso. No podría pensar en mi padre sin recordar todas esas cosas. Las horas delante de las sentencias y los mapas. Los quebraderos de cabeza. Y los gritos de felicidad porque habíamos ganado una sentencia. Tantos años de lucha, de trabajo, de esfuerzo...

Pero el movimiento cada vez está más vacío. Sobre todo de gente joven.

-Gabriela... qué penita, de verdad. No se llenó ni la mitad de la sala, pero es que no había nadie, nadie joven. El más joven rozaba los 40.

Ayer dieron en ARCA el premio "último urogallo".

-Estábamos los de siempre. Pero si es que aquí hay gente joven que sabe quienes somos, que sabe lo que hacemos... Pero nadie. Qué tristeza, de verdad...





El premio último urogallo consiste en regalar una reproducción de un urogallo de cerámica a personas a las que ARCA considera que han realizado una labor importante en la defensa del medio ambiente. No tiene dotación económica.

-Papá y Gonzalo ya son mayores, han trabajado mucho, mucho en esto. Pero llegará un momento en el que se cansen... (...) Y entonces se acabó. Es una pena que vaya a acabarse aquí, pero es que no va nadie a las asambleas, parece que no se interesa nadie... Con todo lo que se ha conseguido. Es una pena....

Vaya que si lo es. Ella me decía esto y no podía evitar imaginarme a una pandilla de anti-jóvenes de esos que en lo único que piensan es en motos, alcohol y... ipods.

¿Pero qué pasa? ¿Pero dónde está el espíritu vivo de la juventud? ¿Dónde está el movimiento? ¿Dónde está la actividad? ¿Dónde están las conciencias? ¿Dónde estáis todos vosotros? ¿Dónde quedan las cosas que os importan? ¿Dónde quedan vuestras esperanzas y anhelos? Que no se os ve en la vida.

¿Aún en la caverna?

1 comentarios:

Oruga Azul dijo...

Es triste, sí señora... Muy, muy muy triste (y más en el Norte, donde todavía se puede apreciar la naturaleza en su esplendor; por aquí es todo un secarral y siempre resulta más difícil verle la gracia)...

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